Con respeto y a besitos…

El mezcal no se bebe, se vive; se acaricia con los labios como un secreto que se comparte en susurros. Cada sorbo es un beso lento, lleno de respeto y admiración, dejando que su fuego abrace el alma y su esencia revela historias escondidas en el humo. Disfrutarlo es un acto sagrado, una conexión íntima con la tierra, el tiempo y las manos que lo crearon, siempre con gratitud y reverencia.